La muerte vive una vida humana, dijo Hegel. Esto es cierto cuando no estamos enamorados o en análisis". Julia Kristeva, después de la travesía del estructuralismo y la semiología, Mayo de 1968 y el maoísmo, es una dulce profesora universitaria, inteligente y brillante, preocupada por cuestiones cotidianas. Con ese talante habló la pasada semana en el Instituto Francés de Madrid y dijo: "Quien no escribe ni está enamorado ni se psicoanaliza, está muerto".
Los casos que explica Kristeva en su último libro, Histoires d’amour, tienen todos algo en común: la falta de amor. "Ser psicoanalista es saber que todas las historias terminan hablando de amor", reza la contraportada de su libro. Pero una de las mayores infelicidades en la sociedad occidental -explica- es el individualismo, que nos hace negar el amor y la solidaridad. Nuestra sociedad carece, además, de código amoroso. Para Kristeva, no hay más solución que reconciliarnos con nosotros mismos. "El individualismo occidental es también un valor importante que se puede capitalizar positivamente, y mientras nosotros nos lamentamos por nuestros excesos individualistas, los japoneses, por ejemplo, se sienten disminuidos por su falta".
La depresión y la propia muerte de las grandes figuras del estructuralismo es para Kristeva una consecuencia natural de un sobreesfuerzo intelectual colosal que se: manifestó en los años sesenta. "Todo quedará de aquel gran movimiento del espíritu. Fue un momento de gran tensión y esfuerzo, de explosión cerebral en un país que ha sido siempre muy conformista. Algo así como un Sturm und Drang. Este mismo hecho explica las muertes en masa de los grandes pensadores. Y la salida a una situación así es la sublimación, la creación o el análisis". Es decir, Umberto Eco, novelista, y Julia Kristeva, psicoanalista. Para esta joven pensadora la participación, con trabajos algunos de ellos decisivos, en esta tormenta del espíritu que giró alrededor de la revuelta de mayo de 1968 es un privilegio y una fortuna.
"Para la gente que participamos en aquel movimiento siendo mucho más jóvenes que las grandes figuras, ahora es un momento muy importante porque es una hora cero. A mí no me interesa el sentido de la esperanza, pero pienso que no hay sentido sin esperanza". Después del desengaño de la época del compromiso político, cuando el propio desengaño deja de ser una pulsión interesante, ahora los intelectuales de la travesía de mayo se interesan principalmente "en los fenómenos subjetivos, que pueden parecer menos grandiosos pero más eficaces, porque tocan los puntos neurálgicos de la vida de cada uno".
Cuando se le pregunta a Julia Kristeva si se siente todavía radical, asiente, aunque sin grandes gestos ni mucha pasión, y afirma que la radicalidad de su trabajo reside precisamente en la incidencia en las vidas de las gentes, a través del "modesto compromiso del psicoanálisis", algo así como una forma absolutamente microscópica y nada trascendental de cambiar la vida, de transformar el mundo mediante la reconciliación de la gente consigo mismo.
Lluís Bassets / El País / 01.11.1984