DOROTHY PARKER

 

Balada a los treinta y cinco

Esta, no es canción de una ingenua
Esta, no es balada de inocencia
Esta, la rima de una dama que
Siguió sus instintos naturales
Esta, una solitaria de la sapiencia
Esta, una cantata de la sofistería
Esta, la suma de experimentos
Les amé hasta que me amaron

Engalanada en prendas de tono negro
Maquillada con polvos de miriadas de Lents
Llevando ramos de boda
Camino siempre en penitencia
Suelo vagar, mientras mi corazón se arrepiente
A través de la vasta memoria de Dios
Tallando piedras, en mi honor
"Les amé hasta que me amaron"

Veo pasar imágenes en retrospectiva
Columnas de eventos muertos que desfilan
Fui tierna y, a menudo, sincera
Siempre una presa para la coincidencia
Siempre supe la consecuencia
Siempre vi cual sería el final
Somos como la Naturaleza nos hizo, y así
Les amé hasta que me amaron

De costumbres bohemias y alérgica a las obligaciones hogareñas de la mayoría de las mujeres de la época, Parker, frecuenta, en esos años veinte, las mansiones de Long Island donde se reunía la gran burguesía, los ambientes que Scott Fitzgerald describió en El gran Gatsby y cuyos personajes la escritora conocía a la perfección, no en vano estaban basados en gente con la que ella misma se había relacionado y con quienes había entablado con frecuencia relaciones sentimentales.

En esos círculos conoció al banquero Otto Kahn, y a Averell Harriman, quien años después sería embajador norteamericano en Moscú, en los inicios de la guerra fría. Eran reuniones agradables, juergas de borrachos, ocasiones para disfrutar de la riqueza de aquella burguesía ociosa y corrupta, pero fuera de esas mansiones la vida era diferente.

Si la gran burguesía de Long Island podía conseguir alcohol de calidad, no era así en los garitos neoyorquinos. Al Algonquin llegaban los amigos de Parker con botellas de contrabando, que podían conseguirse en cualquier lugar, pues solamente en Nueva York miles de establecimientos y bares ilegales burlaban las leyes, con la connivencia de la policía.

En las manzanas que van desde la New York Public Library hasta el MoMA, entre la Avenida de las Américas y la Quinta, decenas de miles de personas se emborrachaban cada noche.

El país se ahoga en el delito, en la corrupción, pero la gente quería divertirse, tal vez porque sospechaba que la juerga no duraría demasiado tiempo.

Dorothy Parker 1893-1967