Es la una de la mañana. Estoy frente a la puerta del Nouveau Casino, una de las plazas musicales parisinas más en boga del momento. Mientras centenares de jóvenes se apiñan junto a la puerta, Géraud, gorra americana en ristre y enfundado en su chandal de mil colores, me conduce hacia las profundidades abisales del edificio.
Sin más preámbulos, nuestra entrevista nocturna se desarrolla en el backstage, entre tazas de café y latas de cerveza, Su carrera debutó más bien de forma vulgar. Durante tres años, siguió las clases de una escuela de comercio en Francia. Lo que pasa es que el mundo de los negocios no le entusiasmaba ni lo más mínimo. Queriendo sacarle provecho a su talento artístico, abandonó un día el mundo del business para lanzarse en la carrera de diseñador gráfico.
Decidido a jugar en el patio de los mayores, Géraud tendrá que demostrar casta afinando más su técnica y desarrollando nuevas ideas. Tras tres años de trabajo concienzudo, logra forjarse la reputación de mejor DJ de Francia.
Un aura que, no obstante, no le da para entusiasmar al jurado de una competición internacional en la que participa en Londres poco después, cuando presentaba uno de sus últimos trabajos. Una de sus creaciones, un collage de trocitos de cinta adhesiva con los que hacer saltar los discos en momentos determinados o, aún más, el break beat rythmus (un tipo de ritmo binario, ndtr) de su propia cosecha. “Ahora, eso es pasado. Ya no participo en competiciones, pues ya estoy donde soñaba estar. ¡No se presenta uno a la selectividad 20 veces!”
Esta vida de DJ que yo imaginaba tan excitante, sin tregua ni reposo, Gero me la describe como si fuera de lo más normal. “Salgo a escena una vez a la semana y el resto del tiempo compongo mis discos. Por un lado me muestro, y por otro no paro de trabajar.” Un éxito que no se limita a los muros de París.
Los clubes se lo disputan en Nueva York, Berlín, Londres o Pekín. “Los clubes me invitan. Soy para ellos el DJ de Francia. Gano lo suficiente para no tener que hacer nada más, y tampoco necesito mucho para vivir.”
¿Que el trabajo es la principal preocupación de los jóvenes? Géraud no lo tiene tan claro. ¿Cómo ve el futuro? Formando una familia y mudándose a un apartamento más amplio que el que tiene ahora, pero siempre haciendo música cuanto más tiempo, mejor. “De todos modos, no sé hacer otra cosa”, confiesa.
Ha llegado el momento de subir a escena. El disfrute que emana de él es visible y se transmite al público. La pista se llena de parejas que bailan. No sólo encadena los discos, sino que juega con ellos, los deja dar vueltas y vueltas, los cicatriza en ida y vuelta con una aguja y, brutalmente los detiene. Con un ojo puesto en sus portátiles y otro en la masa extasiada de gente ante él, añade: “Cuando pincho voy al 200% de mí mismo.” Y a tal velocidad navega el vinilo bajo los dedos de su maestro.con el rumor lejano e impenitente de sus fans, impacientes por entrar en la lista de invitados a la sesión. Esta noche, Géraud, joven con barba de tres días, se convertirá de nuevo en “Géro el DJ”. “El negocio te lo exige…, atrae a mucha gente”, ironiza Géraud, el pinchadiscos del momento.
Café Babel / ©Romy Straßenburg / 9.01.08