WE WANT MILES

 

Ahora, a unos metros del lugar en el que se celebró aquel recital, en el Museo de la Música, París, la ciudad que tanto amó Davis, le devuelve el homenaje con una exposición inaugurada hace días, consagrada a su figura y titulada We want Davis.

A lo largo de un recorrido cronológico, el visitante descubre los inicios del trompetista en Sant Louis como hijo de un dentista de clase media y de una madre que quiso que el pequeño estudiara violín. Después, los primeros pasos del músico que acompañaba a las figuras de entonces, Charlie Parker y Dizzy Gillespie.

Hay cientos de fotos de todas las épocas, en blanco y negro o en color, con Davis vestido de jazzman impecable y de hippy, de elegante músico de estudio o de estrambótico astro de los años setenta. Hay portadas de discos, partituras, notas manuscritas o telegramas (muchos reclamando dinero), varias trompetas, un putching-ball que utilizaba para sofocar su amor al boxeo y algunos emocionantes testimonios grabados de quienes le conocieron. René Urtreger, un pianista francés que trabajó con él en París en los tiempos de Ascensor para el cadalso, recuerda en un vídeo: "Una noche, después de acabar el concierto, mientras los camareros terminaban de limpiar el bar, me senté al piano y toqué la Fantasía 66 de Chopin. Davis se acercó silenciosamente y me dijo en voz baja: daría un brazo por componer algo así".

La exposición no se limita a esto. "Estamos en el Museo de la Música, así que tiene que haber música", explica el comisario de la muestra, Vincent Bessières. Así, en unas cámaras espaciales, insonorizadas, cómodas, el visitante escucha piezas maestras de Davis. Una está consagrada al disco de jazz más famoso de todos los tiempos, Kind of blue, esa joya grabada en dos días -hace hoy 50 años- en la que participaron, como en una conjunción astral irrepetible, además de Davis, el pianista Bill Evans y el saxofonista John Coltrane. El aficionado escucha sin parar los ensayos que no salieron bien, las tomas falsas o los principios desechados.

La exposición asiste a la evolución imparable de Davis, su genio mutante, su acercamiento a los instrumentos eléctricos, al rock, al funky, al pop, a todo de lo que se sirvió para rehacer constantemente su música. De la misma manera que aprendió de sus viejos maestros Charlie Parker o Lester Young, supo apropiarse de lo que le ofrecían los discípulos, los músicos jóvenes que tocaban con él y que llegaban de otra época.

 

Antonio Jiménez Barca / El País / Fragmento / 25.10.09

http://www.cite-musique.fr/francais/Default.aspx

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