¿MEJOR QUE QUÉ?

 

Aquel día de abril era templado y luminoso, y el pobre Dencombe, feliz en la presunción de que sus energías se recuperaban, estaba parado en el jardín del hotel, comparando los atractivos de diversos paseos tranquilos, con una parsimonia en la cual, empero, todavía se echaba de ver cierta laxitud. Le gustaba la sensación de Sur, en la medida en que se la pudiera tener en el Norte; le gustaban los acantilados arenosos y los pinos arracimados, incluso le gustaba el mar incoloro. “Bournemouth es el lugar ideal para su salud” había sonado a simple anuncio, pero ahora él se había reconciliado con lo prosaico. El amigable cartero rural, al cruzar por el jardín, acababa de entregarle un paquetito, que él se llevó consigo dejando el hotel a mano derecha y encaminándose con andar circunspecto hasta un oportuno banco que ya conocía, en un recoveco bien abrigado en la ladera del acantilado. Daba al Sur, a las coloreadas paredes de la Isla de Wight, y por detrás estaba guarecido por el oblicuo declive de la pendiente. Se sintió bastante cansado cuando lo alcanzó, y por un momento se notó defraudado; estaba mejor, desde luego, pero, después de todo, ¿mejor que qué? Nunca volvería, como en uno o dos grandes momentos del ayer, a sentirse superior a sí mismo. Lo que de infinito pueda tener la vida había desaparecido para él, y lo que le quedaba de la dosis otorgada era un vasito marcado como lo está un termómetro por el farmacéutico. Se quedó sentado con la vista clavada en el mar, que parecía todo superficie y cabrilleo, harto más superficial que el espíritu del hombre. El abismo de las ilusiones humanas, ése sí que era la auténtica profundidad sin mareas. Sostenía el paquete, que a todas luces era de libros, en las rodillas, sin abrirlo, alegrándose, tras el ocaso de tantas esperanzas (su enfermedad lo había hecho ser consciente de su edad), de saber que estaba ahí, pero dando por hecho que ya jamás podría haber una repetición completa del placer, tan caro a la experiencia juvenil, de verse a sí mismo “recién impreso”. Dencombe, que tenía una reputación, había publicado demasiadas veces y sabía de antemano demasiado bien cómo luciría.
        Ese aplazamiento tuvo como vaga causa adicional, al cabo de un rato, a un grupo de tres personas —dos mujeres y un joven— a quienes, más abajo que él, se veía avanzar errabundos, juntos y al parecer callados, a lo largo de la arena de la playa. El joven tenía la cabeza inclinada hacia un libro y de vez en cuando se quedaba parado por el hechizo que sobre él ejercía ese volumen que, como percibía Dencombe incluso a esa distancia, tenía una cubierta chillonamente roja. Entonces, sus compañeras, un poco por delante, lo esperaban a que las alcanzara, hurgando en la arena con sus sombrillas y mirando alrededor el cielo y el mar, paladinamente conscientes de la belleza del día. A aquellas cosas el joven del libro se mostraba ajeno aún más paladinamente; retrasándose, fascinado, absorto, era motivo de envidia para un observador a quien se le había mar chitado toda candidez de su relación con la literatura. Una de las mujeres era voluminosa y entrada en años; la otra exhibía la delgadez de una contrastante juventud y de una situación social seguramente inferior. La mujer voluminosa transportaba la imaginación de Dencombe hacia la época de la crinolina; tenía un sombrero en forma de champiñón, adornado con un velo azul, y la portadora del mismo, en su agresiva imponencia, parecía aferrarse a una moda desvanecida y aun a una causa perdida. Al cabo su compañera sacó de entre los pliegues de un mantón una cojeante silla portátil, que desplegó rápidamente y de la cual tomó posesión la mujer voluminosa. Este acto, junto con algo en los movimientos de la una y de la otra, instantáneamente caracterizó a las ejecutantes —éstas actuaban para recreo de Dencombe— como matrona opulenta y como humilde señorita de compañía. Por lo demás, ¿de qué servía ser un novelista probado si no se era capaz de establecer las relaciones personales existentes entre tales figuras? Como por ejemplo: la imaginativa teoría de que el joven era hijo de la matrona opulenta, y de que la humilde señorita de compañía, hija de clérigo o de funcionario, abrigaba una secreta pasión por él. ¿No era visible eso por el modo como ésta última se había deslizado furtivamente detrás de su benefactora para volver la vista hacia donde él se había permitido quedarse completamente quieto en tanto su madre se sentaba a descansar? Ese libro era una novela; tenía la llamativa tapa de las ediciones económicas, y él, mientras el romanticismo de la vida quedaba desdeñado a su lado, se perdía en el romanticismo de la biblioteca circulante. Maquinalmente se trasladó a donde era más blanda la arena, y se dejó caer en ella para acabar el capítulo a sus anchas. La humilde señorita de compañía, desalentada por la inaccesibilidad masculina, erraba, con la cabeza martirizadamente gacha, en otra dirección, y la señora descomunal, contemplando las olas, ofrecía una borrosa semejanza con una máquina voladora caída en pedazos.

 

Henry James [1843-1916 ] / La edad madura, 1893

 

HABITACIÓ 743

 

ràs els amics es dissoldran en l’èter i els vells amors ploraran durant una estona i després t’oblidaran i l’historia s’acabarà, perquè un dia t’enclastaran una pedra a la cara i en ple viatge astral t’acostaràs al rostre de déu -vacil·lant via satèl·lit- i tres-centes llàgrimes sortiran dels teus ulls per abraçar mil al·leluies i seràs flor d’un dia, seràs eterna poesia, els veïns et criticaran tot passant l’escombra perquè un dia cauràs i ja no t’aixecaràs, la impaciència es tornarà resignació i els gossos devoraran el teu cadàver al mig d’una avinguda deserta, seràs flor d’un dia, seràs seràs seràs eterna poesia perquè un dia cauràs i ja no t’aixecaràs i donaràs tot el que era teu als vagabunds, els rius baixaran plorant sang i el món sensible serà guillotinat i l’esperit deixarà de ser un suport quan totes les artèries es coagulen dins el teu cos i les venes rebenten en minúscules explosions dins teu mentre proves de curar-te les ferides com si tinguessis un do de déu prô aquí no hi ha ni déu ni do perquè un dia cauràs i ja no t’aixecaràs, els déus domèstics et faran adéu amb la mà i buscaràs la meta sense que existeixi un camí i el món terrenal serà un assassinat en massa, seràs flor d’un dia, seràs seràs seràs eterna poesia perquè un dia t’enclastaran una pedra a la cara en silenci i cauràs corglaçat i ja no t’aixecaràs, palmaràs en solitud i serà com morir a dins un somni serà com morir a dins un somni serà com morir dins un somni perquè un dia ja no t’aixeca.

 

Max Besora / Habitació 743 / 18.05.2010

TENGO TRESCIENTOS AMIGOS

 

En Coyoacán era tanta la calma que parecía que el cielo se hubiera juntado con la tierra, abatiendo el ruido con su peso. Caminaba pausadamente junto a Sergio Pitol y Juan Villoro y de pronto oímos la voz de un niño gritándole a otro a voz en cuello:

-¡Tengo 300 amigos!

El grito me llevó a recordar que Félix de Azúa había comentado, no hacía mucho, que la vida de las nuevas generaciones está apantallada. La mejor prueba de esto la ofrecía aquel niño, víctima indudable de las pantallas de Internet. Porque sin Facebook era difícil comprender que alguien pudiera llegar a creerse tan descomunal cantidad de amistades. Claro está que siempre nos quedará lord Byron. Acabo de leer la minúscula biografía (Nortesur) que le escribiera Giuseppe Tomasi di Lampedusa y en ese pequeño gran libro hay dos evidencias. Una es la de que el poeta Byron tenía muchos amigos, 300 como mínimo. Y la otra, el gran sentido del humor del que está dotado su biógrafo, como lo prueban las líneas en las que se nos cuenta que una mañana, cuando se disponía a viajar para ir a verla, Byron recibió la noticia de que su madre había muerto. No estaba enferma, solo demasiado gruesa y un poco asmática. Poseía un osezno al que quería mucho y que tenía en su salón. "Ese osezno enfermó y murió: la buena señora se sintió desesperada, pero, por la tarde, cuando empezaba a recobrarse, le llegó la cuenta del tapicero. Se enfadó tanto que le dio un ataque de apoplejía y, al llegar la noche, ya estaba muerta. Byron llegó a tiempo solo para las exequias de su madre y del oso, que se celebraron conjuntamente".

Precisamente Azúa, a propósito de este Byron de Lampedusa, ha comentado que, cuando comparamos nuestros héroes habituales con los antiguos, es imposible no sonreír ante la paradoja de que todo siga igual siendo por completo distinto. Se refería a los héroes de las multitudes y al hecho de que el bello y cojo Byron fue una figura mediática antes de que estas existieran. Fueron tantos los amores del lord que estos apenas caben en una biografía tan mínima como la de Lampedusa. Y lo que cabe aún menos es la turbadora historia de Ada Byron, la hija del poeta, hoy en día considerada una precursora del software y una auténtica visionaria de la informática (quizás la primera), nada menos que un siglo antes de la invención de los ordenadores. ¿Fueron los Byron los médiums utilizados por extraterrestres para revelarnos la dimensión digital y apantallarnos? Alguien tendría que indagar en esa sospecha.

En realidad hubo en la vida de Byron solo tres amores verdaderos: su esposa, su hermanastra Augusta (le dedicó grandes versos) y Teresa Guiccioli. Y, al parecer, 300 amigos, tantos como los del niño del Facebook de Coyoacán. A su muerte, dejó a su camarada Hobhouse una carga preciosa: el Don Juan inacabado, sus memorias autógrafas y una gran caja. Sus memorias las arrojaron de inmediato al fuego su esposa y su hermanastra. La caja fue abierta y contenía 300 miniaturas: "Byron, hombre asaz meticuloso, hacía pintar los retratos de todos los amigos a los que quería y de todas las mujeres a las que había amado. Y cada miniatura estaba guardada en un sobre de marroquinería".

Nos creemos ultramodernos y digitales, pero Facebook, con sus 300 retratos, ya estaba en la elegante caja de Byron. "Todo está en todo" es el entrañable lema de los alquimistas que tanto complace a Sergio Pitol. Y sí. Todo está en todo, es verdad, aunque la caja con sus 300 estuches (puede verse en el Museo Byron de Newstead) es de una belleza muy superior a cualquier página digital con 300 fotografías de amigos o de oseznos contemporáneos, lo que nos confirma tanto la paradoja de que el mundo de hoy es idéntico al de antes (siendo por completo distinto) como la sospecha de que cualquier Facebook pasado fue infinitamente mejor.

 

Enrique Vila-Matas / El País / 18.05.2010

VINAGRE Y ROSAS

 

El español regresa al país con su nuevo disco ‘Vinagre y rosas’, que lo devolvió al escenario en solitario. Cantará en Bogotá el 22 de mayo y en Medellín, el 25.

El asunto nació una noche de copas, como tantas cosas con Joaquín Sabina. Estaba con su amigo Benjamín Prado, escritor español, acabándose la última botella en un bar de Madrid, cuando se les ocurrió la idea: irse lejos, solos, a escribir las canciones de su nuevo disco. "Donde quieras: La Habana, Lisboa, Nueva York, Praga… ¿Qué dices?", le preguntó Sabina. Benjamín dijo que sí, sin dejar de pensar que podía tratarse de una de esas promesas de bar y madrugada.

Pero se hizo realidad. "Fuimos a Praga a romper nuestra amistad. Estábamos tan seguros de que aquel viaje era un error que el día antes de salir, los dos tuvimos el teléfono en la mano para llamar al otro y decirle: ‘Mira, mejor lo dejamos, ¿vale? No es el momento adecuado, no va a funcionar y voy a decepcionarte", escribe Prado en un libro que hizo sobre esta locura a cuatro manos. Sin embargo, el viaje se cumplió, la amistad no se rompió y de él nació Vinagre y rosas, disco de trece que tiene a Joaquín Sabina de gira por el mundo.

"Eso pasó como todas las cosas buenas de la vida: por el azar -recuerda Joaquín, desde Madrid-. Nos tomamos una copa, después otra copa y después otra copa. Benjamín estaba bastante destrozado porque acababa de terminar con una novia, y yo estaba bastante destrozado porque mi novia no me dejaba tener novia. ¿Qué íbamos a hacer? Pues consolarnos mutuamente. Nos fuimos y, a través de la amistad y la hermosura de esa ciudad, empezaron a aparecer las canciones".

-¿Por qué Praga?

-Porque no nos conocían.

Sabina podía tener malos recuerdos de una situación parecida: cuando le dio por hacer un disco al alimón con Fito Páez -que se llamó Enemigos íntimos- y terminó de bronca con el cantante argentino. "En realidad no acabamos peleados -dice Sabina, bajándole un poco el tono al recuerdo-. La verdad es que siempre me ha gustado irme con alguien a trabajar en un lugar raro. Me ha gustado aislarme para hacer canciones".

-Y mejor si va con ustedes la tristeza.

-El desamor, la melancolía, la soledad. Todo eso ayuda a escribir. Lo que no ayuda es la felicidad doméstica.

Cuando salió hacia Praga, cuenta, le estaba huyendo a ese estado de felicidad. Ahora ya no lo tiene, porque anda de gira y eso le significa un paréntesis. "En gira la vida es otra cosa. Son cuartos de hotel, escenarios, bares, aviones. Eso rompe con cualquier monotonía casera".

-¿Está de acuerdo en que Vinagre y rosas es el disco más literario que ha hecho?

-Bueno, Benjamín es poeta y yo aspiro a ser uno. Además acabo de cumplir 61 años y la palabra escrita me importa cada día más. Benjamín y yo mantuvimos una guerra amistosísima, a cuatro manos, para buscar la palabra precisa. Fue una batalla divertida entre los dos.

La música, como siempre, fue compuesta por Sabina, apoyado en sus dos escuderos: Antonio García de Diego y Pancho Varona. Sin embargo, cuando terminaron se dieron cuenta de que el disco les había quedado "un poco tristón y crepuscular". "Por eso llamé a los Pereza, un grupo español de rock and roll callejero que me gusta mucho, y les propuse que hiciéramos dos canciones".

-También va a trabajar con Calle 13…

-Sí, por ahí anda un proyecto para hacer cosas con ellos. La mayoría de los grupos de rap está haciendo cosas horribles. Un género que le da tanto protagonismo a la palabra lo está haciendo gente que no se ha leído un libro en su vida. Calle 13 me gusta y me divierte.

¿Le interesa hoy más la palabra que la música?

Siempre me ha interesado más. Nunca pensé ser cantante: no lo soñé, no lo ambicioné. Mi plan de vida, cuando tenía 16 o 17 años, era ser escritor. Al final, por azares, llegué al escenario. No soy un gran músico y no puedo competir con tantos grandes músicos que hay. Pero en la palabra cantada, en el género canción, sí puedo tener algo que decir.

Y lo que dice, y su manera de decirlo, ha generado cómplices fieles a los que que él define como "el mejor público del mundo". En Colombia, sin embargo, Sabina no entró rápidamente. "Recuerdo las primeras veces que fui y, por una causa o por otra, no conseguía el público que tenía en otros lugares de América Latina, como Argentina. Por fortuna no me rendí. Seguí yendo. En el concierto con Serrat ya noté más gente. Sería porque creían que me iba a morir".

-Pero usted prefiere que lo sigan pocos…

-Yo me dirijo, como decía el poeta Jiménez, a la inmensa minoría, pero la inmensa minoría son muchos, ¿eh?

Eso de que creían que iba a morirse lo dice riéndose. Pero la verdad es que años atrás sí pareció despedirse, cuando una depresión severa y un accidente cerebral lo alejaron de los escenarios y de la composición. Sin embargo reapareció con el disco Alivio de luto -más jalonado por sus amigos que por su deseo. "Ese disco se llamó así, precisamente, porque todavía estaba convaleciente. Diez años después, estoy más reciclado en mi actual situación y más cómodo con ella".

-Después de su gira con Serrat, ¿cómo fue volver en solitario al escenario?

-La gira con Serrat fue lo más parecido a la felicidad en el escenario que puedo recordar. Por eso cuando nos vemos fantaseamos con repetir. Volver a subirme solo a un escenario, te digo, fue muy difícil. Ya lo he superado, ya llevo más de treinta conciertos, pero en los primeros echaba de menos al maestro catalán.

Aunque, dice, tenía ganas de hacer una gira con canciones nuevas. Y no demostrarle a nadie, sino a él mismo, que todavía puede escribir canciones. Y que puede subirse a un escenario a defenderlas.

 

María Paulina Ortiz / El Tiempo / Colombia / 09.05.2010

COMO GUSTÉIS

 

La comedia es femenina y la tragedia masculina. No me refiero al sexo de sus protagonistas, sino al carácter del género: el humor es cuenca fluvial, y la desolación, monolito. En medio queda la tragicomedia, tierra de nadie y de todos. Como gustéis es una comedia andrógina: lleva rumbo trágico hasta que Shakespeare o quien quiera que la escribiese decide darle la vuelta como a un guante y forzar un final disparatadamente feliz.

Oiremos alguno de los diálogos de amor más hermosos de Shakespeare

Igual de escurridiza es la identidad sexual de Rosalynd, su protagonista femenina, que adopta nombre y ropajes masculinos con lo cuales juega a ser un hombre que interpreta a una mujer ante Orlando, su enamorado, ignorante de todo.

En el explosivo montaje coral de Cheek by Jowl que vimos en el Teatro Español 18 años ha, el equívoco se multiplicaba porque Adrian Lester, joven actor, interpretaba a Rosalynd. La gran baza de este de Sam Mendes es el alto nivel de su reparto, empezando por Juliet Rylance, actriz con un fiato operístico, encantadora y femenina siempre, aunque se vista de varón. Christian Camargo, su enamorado Orlando, es Pierrot condenado a no reconocerla aunque la tenga delante y le dé un beso por derecho, y Stephen Dillane, un filósofo dylaniano que va perdiendo parábolas por los bolsillos de su gabán agujereado.

Celia, prima de Rosalynd, tiene en Michelle Beck la intérprete ideal: el diálogo en que Rosalynd travestida improvisa mil mentiras para poder coquetear con Orlando sin revelarle su identidad se puede seguir al detalle a través de la cara de Beck, estupefacta como si fuera la primera vez que lo oyera. Muda, lo dice todo. El bufón Touchtone, otro personaje central, elegante y ajado en la interpretación inolvidable del recientemente fallecido Peter Needham en el montaje de Declan Donnellan con Cheek by Jowl, es un cortesano con reflejos de Oscar Wilde en la divertida interpretación de Thomas Sadoski.

Como gustéis es una obra muy exigente en cuanto al reparto: hay actores de carácter que llevan el peso de escenas enteras. En ese cometido, destaca el pastor Corin de Anthony O’Donnell, gracioso sin malgastar un gesto, y la Phoebe de Ashlie Atkinson, cuyo físico poderoso colabora en una galería de personajes próxima a la vida: el bajito, el gigante, los viejos, la mujer desgarbada…

En fin, en esta comedia encontraremos alguno de los diálogos de amor más hermosos del teatro shakespeariano, escenas en el bosque de Arden que nada tienen que envidiar a las de Sueño de una noche de verano, algunas canciones estupendamente interpretadas en vivo y un final de cuento de hadas. Sam Mendes lleva la acción con pulso y buen gusto y, obligando a doblar personajes a parte del elenco, hace de los exiliados en el bosque el reverso exacto de la corte golpista. La escenografía de Tom Piper, expresiva y práctica, es a la vez interior umbroso y exterior boscoso, y la luz pictórica de Paul Pyant alterna efectos tenebristas y solares.

 

AS YOU LIKE IT

Autor: Shakespeare. Intérpretes: Stephen Delanne, Christian Camargo, Alvin Epstein, Edgard Bennett, Ross Waiton, Ron Cephas Jones, Juliet Rylance, Michelle Beck… Dirección: Sam Mendes. Madrid. Teatro Español. Del 29 de abril al 2 de mayo.

 

Javier Vallejo / El País / 1.05.2010

 

WOMENOMICS

 

Y es que las mujeres están accediendo a productos y servicios que, hasta hace poco, estaban reservados mayoritariamente a los hombres: la tecnología, la banca, el automóvil… Y ese tiempo pasó. Hoy, la economía empieza a pensar en la mujer para mucho más que la belleza o la casa. Las cifras obligan. Eso es lo que piensa la consultora estratégica internacional The Boston Consulting Group (BCG). Según sus cálculos, los casi 2.000 millones de mujeres que trabajan en el mundo ingresan 7,1 billones de euros anuales. Y en el próximo lustro sus sueldos crecerán en 3,8 billones de euros debido, por una parte, a un aumento anual del 2,2% en el empleo femenino mundial y, por otra, a que la brecha salarial que existe entre la mujer y el hombre se va a ir recortando. Son palabras mayores.

Aunque van a sonar más alto pues, además del poder económico que tienen a medida que se incorporan al mercado laboral, las mujeres controlan el 65% de las compras mundiales, porcentaje que en Estados Unidos se eleva hasta el 80%. Según los datos que maneja BCG se trata nada menos que de un presupuesto anual de 8,7 billones de euros. Gasto que en 2013 habrá aumentado en 3,5 billones de euros, es decir, una magnitud superior al crecimiento esperado en los mercados de consumo chino e indio juntos, afirma el socio de la consultora estratégica BCG, Pedro Esquivias.

Conclusión: en los próximos años, las mujeres manejarán más de 23 billones de euros. De ahí que, en palabras de Tubella, nos encontremos ante "la próxima revolución de la mujer, que va a modificar la forma de trabajo y las organizaciones". No en vano, recuerda, En Estados Unidos y en Europa las estudiantes universitarias son prácticamente el 60% del total. Y no sólo son más, sino que sacan mejores notas que los hombres. Por eso pueden convertirse en las nuevas directoras de la orquesta económica internacional, como propugna el movimiento womenomics.

Avivah Wittenberg-Cox invita a las compañías a que aprendan a hablar el lenguaje femenino, a que introduzcan la cultura y los valores de mujeres en sus decisiones estratégicas. "Hombres y mujeres difieren y se complementan en sus comportamientos, física, neurológica y sociológicamente. En los últimos 100 años nos hemos acostumbrado a ignorar las diferencias para luchar por la igualdad. Ha llegado el momento de impulsar ambas, igualdad y diferencia", afirma la autora del libro How women mean business y fundadora del website www-WOMEN-omics.com. Ganamos todos.

Las empresas "tienen una cosmovisión centrada en los hombres y no consideran las diferencias de género ni los avances de la neurociencia que las demuestran", mantiene Alberto Pierpaoli, consejero delegado de la compañía argentina The Gender Group, especializada en márketing de género. "Para la publicidad y el márketing las mujeres son invisibles. Ya que se rigen por viejos esquemas que asumen que la forma de ser y de pensar es similar a la de los hombres. Hoy se comienza a aceptar un nuevo paradigma que dice que las motivaciones, valores y formas de decidir las compras son absolutamente distintas entre mujeres y hombres", añade.

 

El País / Carmen Sánchez-Silva / Fragmento / 27.04.2010

http://www.20-first.com/

 

AQUELL BRAU ENAMORAT DEL BLAU

 

S’acosta Sant Jordi i encara no he escrit cap poema;

i no vull que hi surti cap drac

ni cap filla del rei ni cap fe ni cap pàtria;

i sobretot res de

Oh la bella matinada !

quina joia de collir

una rosa perlejada,

una rosa a mig obrir !

això sí que no.

 

I m’ha vingut com un llampec d’inspiració
[que no m’estranya gens tal com va la primavera]
i deia així, més o menys:
– Ese toro enamorado de la luna,
que vindria a ser

-Aquell brau enamorat del blau,

o del brou,

primigeni

que va formar la matèria abans que res

o abans del res o del no-res

és a dir

totes les coses hagudes i per haver

i que a partir d’aquest bing bang

original

tot va començar a ser rutina i repetició i reinici

i evolució, qui ho sap,

i punts suspensius,

o res de tot això

[nogensmenys]

o simbiosi i imitació

i em sembla que pot ser que sí

que per Sant Jordi tingui ja el meu poema

per fi

sense drac ni princesa ni rosa perlejada.

 

No ho sé.

Una rosa a mig obrir, no.

 

Carles Joan Pi / Lounge Baobab Club / 12.04.2010

OSCURA MONÓTONA SANGRE

 

Para Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967), Oscura monótona sangre está escrita al estilo de las novelas de Simenon, tanto que "es casi un plagio". Julio Andrada, el protagonista, es un "ser amoral, como tantos personajes del autor belga". "No hay juicios morales. Estoy radicalmente enojado con la realidad, pero no he querido hacer una novela moralista, un tratado de sociología o un panfleto. Es la mejor enseñanza de Simenon".

Julio Andrada, protagonista de esta novela con la que Olguín ganó el V Premio Tusquets, es un hombre hecho a sí mismo; que pasó de obrero a empresario; que invirtió luego en la construcción, en la importación, en hoteles; que tiene su dinero en paraísos fiscales, que se asocia con un usurero y se enriquecen durante la dictadura militar, mientras el país se derrumba. Un día, Andrada oye hablar de Villa 21, un barrio en el que hay putas casi niñas, de 12, 13 o 15 años. No puede resistirse y una noche va de caza y encuentra a Daiana, una prostituta de 15 años, que le cambia la vida. Y empieza a hacer locuras.

"No piensa en ella como en un ser libre, la trata como si fuera su esclava. Parece generoso porque quiere darle una vida mejor, pero es puro egoísmo. Daiana necesita tener una vida propia, alejarse de la prostitución y de la droga, eso no se lo puede dar. Ella es la víctima, sólo intenta sobrevivir".

Andrada, aparentemente un hombre de bien, deja de tomar precauciones para conservar su imagen. Todo se le descontrola. "Desafía los límites de lo que la sociedad burguesa tolera. Puede tener una amante menor de edad, puede cometer un delito, pero siempre que eso permanezca oculto. El problema viene cuando lo manifiesta".

Es un hombre de doble moral. Su lema es "dime con quién hay que hablar y cuánto hay qué pagar". Tiene a la policía a su disposición. "La policía es la fuerza de choque de las clases acomodadas, no está para controlar el delito sino para defender sus intereses. El dinero lo puede todo y la sociedad lo permite". Sus hijos, un varón de 29 años y una chica de 20, y su mujer son intocables. "Utiliza los códigos de la mafia. Protege a su familia y a sus amigos, fuera de eso no hay nada".

Vemos toda la historia a través de los ojos de Andrada. "Es un exponente bastante común de Argentina un hombre que hizo su fortuna jugando en el límite de lo legal y de lo ilegal. La combinación de corrupción y especulación es una forma de crecimiento empresarial en mi país".

Oscura monótona sangre -el título procede de un verso de Quasimodo- trata también sobre la marginalidad de los cartoneros que afean el bello barrio donde vive el empresario; y de otro barrio, deprimido, el de Daiana, donde manda el paco. "Es crack, una droga muy barata y muy peligrosa que se hace con restos de cocaína. Empiezan a tomarla a los 11 años y pueden morir a los 14. Es un fenómeno creciente que no ha llegado aún a su peor momento. Pero no preocupa". Sólo a las madres de los afectados. "Se podría escribir una historia social de Argentina a través de las madres. Las de la plaza de Mayo, que lucharon contra la dictadura, ahora las Madres contra el paco".

 

Rosa Mora / El País / 01.04.2010

LOS 14 MANDAMIENTOS

 

La venezolana Mayra Lozano es una mujer precavida. No sólo tiene un plan de vuelo para sus trabajos de publicidad o de modelaje, sino que también cuenta con una serie de mandamientos -tan sagrados como los que le entregaron a Moisés en el monte Sinaí- para hacer valer con un hombre.
 
1. Él debe ser capaz de acercarse con actitud ganadora y que, después de ser despreciado, tenga la capacidad para intentarlo de nuevo como si nada.

2. Nunca debe oler mal.

3. Me reiré de los que se crean mejor que las mujeres.

4. Me irritará si no es precavido ni ordenado.

5. Me enloquecerá si me lleva la contraria.

6. Nunca lloraré por un hombre.

7. Los sucios, pedantes y fastidiosos no merecerán ni una cachetada.

8. Un hombre siempre debe saber besar, tocar y entender que quiere la persona que está a su lado.

9. Debe vestirse con estilo. Ropa de diseñador estaría bien.

10. Siempre debe llevar dinero en su billetera; en el carro, chicles; en su apartamento tener vino y nunca decir: "no puedo".

11. Lo único que debe impactarme es su sensualidad y seguridad.

12. Bonitos y que cuiden su cuerpo. Nada de barrigones con las camisas sin planchar o con las uñas descuidadas. Impecables. Si no podría vomitar.

13. Debe poder llevarme donde quiera. Por ejemplo, a una playa.

14. Debe ser un ganador y sobre todo, tener en cuenta que siempre tengo la razón, aunque no la tenga. Eso demuestra que, realmente, quiere hacerme feliz.

 

revistadonjuan.com / Marzo 2010

 

UN FUNERAL POR EL MUNDO

 

P. Quiero decir que pueden verse rasgos autobiográficos…

R. Los hay, aunque transformados hasta hacerlos irreconocibles. Pero sí, los hay. Participé, por ejemplo, hace dos años, en una instalación de mi amiga Dominique González Foerster en la Tate Modern de Londres. En esa instalación, que era una puesta en escena de un diluvio universal y del fin del mundo, había libros para refugiados de la lluvia delirante, y todos esos autores que has citado se hallaban representados en la Sala de Turbinas de la Tate. Era una lectura para huidos del Diluvio Universal. Me interesó esta instalación como representación del fin del mundo… Me parece que toda mi novela es una parodia de la gran crisis final. Me parece que es característico de la imaginación humana encontrarse siempre al final de una época. Desde que tengo uso de razón oigo decir que nos hallamos en un periodo de máxima crisis, en una transición catastrófica hacia una nueva cultura. Pero lo apocalíptico ha estado siempre, en todas las épocas. Lo encontramos, sin ir más lejos, en la Biblia, en la Eneida. Está en todas las civilizaciones. En mi novela, Riba entiende que en nuestro tiempo lo apocalíptico sólo puede ser ya tratado de forma paródica, sin excesiva seriedad. Riba celebra en Dublín un funeral por el fin de la imprenta, pero no lo celebra con mucha desolación. De hecho, para Riba este funeral, que despide una época, le sirve a él para tener algo que hacer en el futuro, y de paso tener algo que contar a su madre a la vuelta a Barcelona.

P. El libro sugiere también una reflexión sobre la cultura. Es como el funeral de la cultura personificado en el que se hace a sí mismo el editor, quien forma parte, escribe usted, de "la cada vez más rara estirpe de los editores cultos literarios".

R. Es un hecho que el editor literario está en vías de desaparición. Se celebra también el funeral por este tipo de editor y por la era de la imprenta, cuya cumbre es Joyce y su sucesor es Beckett. Ulises sería la epifanía de la era de la imprenta y Beckett la afonía…

P. ¿Y qué representaría su generación en ese decurso, si Beckett es la afonía?

R. La misma novela propone el renacimiento, la reaparición del autor. Claro que, dicho a palo seco, la gente se preguntará: ¿y de qué está hablando éste? ¿Y qué es eso de la reaparición del autor? Pero es que mi generación fue testigo de la muerte del autor. Nietzsche mató a Dios. Y luego vino Barthes en los años sesenta y, justo cuando los jóvenes nos empezábamos a animar a escribir, nos anunció que había muerto el autor. De algún modo, Dublinesca tiene un punto francamente optimista, porque lo que propone en el fondo es la reaparición del autor.

P. Que el narrador acoge con mucho alborozo, describiendo el júbilo del editor: "Nada le habría podido parecer más glorioso que poder anunciar al mundo que en literatura no era cierto que habían muerto todos los grandes".

R. Así también elimino esa idea que tienen algunos y que surge de Doctor Pasavento de que mi tema es la desaparición. En Dublinesca hay precisamente muchas apariciones.

P. Lo cierto es que ahora surge la polémica sobre si los autores son dueños de lo que escriben o la dueña es una red que elimina también al editor…

R. Mi opinión es que resulta enloquecido decir que va a desaparecer el editor. Va a haber otra forma de edición, pero no creo que tenga que desaparecer esta figura del editor, al contrario. Es necesaria e importante.

P. Hay un rasgo que usted comparte con Riba. Ese fanatismo desmesurado que ambos padecen por la literatura…

R. He conocido editores muy apasionados por la literatura. No es un caso raro el de Riba. En realidad, lo raro son tantos editores de ahora que no saben de qué hablamos cuando hablamos de literatura. Por otra parte, cuando nadie me ve la literatura me interesa menos de lo que parece.

P. ¿Qué ha pasado para que "la lectura no sea como la escritura", como dice Riba? ¿Qué ha pasado para que la cultura ya no se asocie a la escritura?

R. Oigo decir que la responsabilidad es también de los escritores, por dejación de sus obligaciones morales. Y creo que hay mucho de verdad en ello. Pero también es cierto que su responsabilidad no va más allá del 10% del desastre. El restante 90% hay que adjudicárselo al gran negocio de la industria del libro y su desarrollo tan ferozmente capitalista en los últimos años.

P. Habla de autores literarios, de autores de best sellers… ¿Qué sería hoy un autor literario?

R. Veamos. Una editora contestaba recientemente así a la pregunta de qué andaban preparando para los próximos meses. Apostaremos fuerte, decía. Y nombraba dos best sellers de la casa. Para luego añadir: "Y en una línea más literaria, contamos con…". Nombraba ahí a reconocidos escritores norteamericanos. Pensé que en el fondo era casi un milagro que tuvieran aún en cuenta a los autores ligados a la literatura. Quiero decir que cualquier día la cosa puede ir aún peor y dejarán de tener hasta el detalle de nombrar la producción específicamente "literaria" que acompaña ahora a los best sellers.

P. Esa enfermedad grave que padeció, ¿le ha hecho de otra manera, le ha hecho ver abismos o longitudes que no conocía?

R. Sí. Ha habido un antes y un después. En el después, cuando volví a la vida, recuerdo que empecé a comentar que sentía que había heredado la obra de Vila-Matas, lo que éste había escrito. Como si fuera yo mi propio padre que, después de grandes esfuerzos y de jugarse la vida, me hubiera dejado a mí mismo una buena herencia literaria que yo tendría que administrar. Desde entonces me hallo sumido en una investigación nueva dentro de la escritura y miro con distanciamiento al otro, al que fui. También ha habido como una reflexión de tipo vital. Me cambio ahora de casa, también de barrio, cambié de editorial… He cambiado de vida, en definitiva. También he cambiado bastante en todas las relaciones sociales, en mi forma de relacionarme con el mundo. Si no es así es que me engaño a mí mismo. Igual no he cambiado y sigo siendo el mismo. Pero lo dudo mucho. Además, toda mi obra, lo dijo en cierta ocasión Alan Pauls, se rige por la voluntad constante de vivir una vida diferente.

P. Desde esa distancia, ¿cómo ve a aquel Vila-Matas?

R. Aparece siempre, me acompaña. Es como una voz interior que está ahí y cuya experiencia en muchas ocasiones me sirve para mi trabajo, mis relaciones, para todo. Pero mi carácter es otro.

P. ¿Cómo es?

R. Más reflexivo, más consciente de algo de lo que huía antes: la realidad. Me he vuelto un escritor realista. A mi manera, claro. Hay muchos tipos de realismo.

P. Pero en esta novela se encuentran muchos sueños…

R. Es que realismo no es sólo Pérez Galdós o Balzac… Hay muchos realismos y el mío es un realismo interior, muy personal. Son sueños que se integran totalmente en la vida cotidiana, sueños que forman parte de mi realidad… Ahora soy más implacable con lo que hago, más autocrítico, y trabajo con más detenimiento. Hay quien opina que están el mismo ADN y la misma escritura porque grandes saltos en la escritura no ha habido. De todos modos, me asombro del impulso que hizo posible libros como Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento, que formaban parte, lo supe más tarde, de un discurso único, una trilogía. Y me asombro del cambio que se ha producido ahora, necesario por otra parte.

P. Imagine que va en un tren, ha leído este libro y siente la necesidad de explicárselo al pasajero que le acompaña. ¿De qué le diría que va?

R. Le diría que trata de alguien muy acabado que quiere celebrar un funeral por el mundo y descubre que eso, paradójicamente, es lo que le permite tener un futuro en la vida.

 

Juan Cruz entrevista a Enrique Vila-Matas / El País / Fragmento / 13.03.2010