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EL YO MÁS DESVERGONZADO

El yo con todas sus
consecuencias. Desnudo, encubierto, vestido, travestido. El yo, ese tobogán por
el que los creadores se han deslizado a ciegas desde los griegos, entre la
filosofía y la literatura, entre memorias, desmemorias, biografías y posmoderna
autoficción… El yo, ese temazo, ha sido desgranado durante tres días a fondo
en las Conversaciones de Formentor, bajo el título Máscaras del yo, a lo largo de una reunión que
ha congregado a más de 40 creadores, editores, escritores y pensadores para
radiografiarse por dentro a sí mismos y sus circunstancias.

"No
es posible la autobiografía, no es creíble. Miente"
, sostenía ayer Hans Magnus Ezensberger. ¿Quién pone los límites de la
honestidad? ¿Quién no maquilla la realidad? ¿A qué somos fieles? Ni Esther
Tusquets, autora de tres volúmenes de memorias, confía en el género: "A mí
no me gusta. Cuando las escribo me freno, me autocensuro. En cambio, en la
ficción, cuando describo algo propio soy mucho más salvaje".

"¿Cuánto de
nosotros se esconde entre líneas?", preguntaba Carmen Riera. Prácticamente
todo. Aunque lo mismo da, podría responderle Vicente Verdú, autor de No
ficción.
Para él, ese yo abusivo y abrasivo "es la tabarra fundamental
de todos nosotros". Pero aun así, la indagación personal sigue siendo el
quid de la mayoría de las cuestiones. De la identidad, de la diversidad, de la
esencia, de la muerte. Cuidado. "Puede ser una ictericia, una enfermedad
mortal que concluya con el suicidio", zanjaba Verdú.

Pero convendría que
el yo no cegara tanto la escritura de algunos creadores en estos tiempos
confusos de blogs, facebooks y diversas milongas. No hay vidas tan
interesantes, no existen cotidianidades, ni pesadillas, ni pajas mentales o no
tan fascinantes como para ser contadas a no ser que uno esté poseído por el don
de la fuerza narrativa. Lo bueno del yo es cuando parte de algo propio para
llegar a zonas y verdades -un término que los participantes han puesto en la
UVI, el de la verdad- universales. Como demostró Montaigne, apenas citado y
fundador de una autoficción todavía moderna. Padre o abuelo de lo que Agustín
Fernández Mallo cree hoy: que toda literatura es una propia ficción. Como los
libertinos ultrabarrocos del siglo XVIII, una de las épocas grandes en cuanto a
cultivadores del yo en la historia, olvidados estos días. Como hicieron Voltaire, Casanova, Lorenzo da Ponte o el
marqués de Sade.

Ese yo miope que
cree el ombliguismo un rompedor invento de la posmodernidad puede
cegarnos y confundirnos más. Convertir los egos revueltos, esos que Juan
Cruz ha desmenuzado en su autobiografía literaria resultado de su profundo e
íntimo conocimiento de cientos de autores, en egos fritos. De ellos, de
esos aventureros cosmopolitas, curiosos y viajeros en los tiempos de las luces
no ha habido rastro. Aunque sí de la descarnada y desesperada impudicia
romántica que los sucedió en el XIX y que Rafael Argullol -presente estos días
en Formentor- retrató tan magistralmente en La atracción del abismo.

Habría que recuperar
cierta vergüenza del yo, cierto pudor, cierta medida, quizás. Cierta distancia,
una prudencia. El yo es bueno en tanto enseñe, en tanto resulte de provecho al
paciente lector dispuesto a adentrarse hasta en la línea medio pornográfica que
marcan maestros contemporáneos del asunto como Michel Houellebecq o el enorme
Philip Roth.

Tampoco llegar a la
"mala conciencia", que según José Carlos Llop nos ha producido
siempre a los españoles la literatura autobiográfica. Aunque algunos ejemplos
descarnados como los de Jesús Pardo y sus memorias han marcado época. Ni a la
tara anglosajona que denunciaba Chris Stewart, convencido de que su falta de
reparo a hablar de sí mismo en sus libros saltó como una liebre cuando se
trasladó a las Alpujarras. "Entre ustedes he aprendido a hablar de mí
mismo. En casa, mis padres, fueron muy castrantes, decían que uno no debía
nunca hablar de sí mismo".

Cómo no hacerlo,
cómo renunciar al yo, si Ernst Junger, indicaba
Llop, creía que "
el deber de un autor es fundar una tierra natal,
espiritual". Marcar el terreno, en fin, como los perros o como los magos
de Macondo. Exorcizar las penas. Igual que ha hecho Héctor Abad Faciolince,
hijo pródigo en España estos días. A su regreso después de 10 años ha
encontrado un creciente éxito de libros suyos como El olvido que seremos.
En esa memoria, el autor de Medellín contaba la vida y la muerte de su padre
para reflejar ni más ni menos que a Colombia. Todo un yo ejemplar y fructífero
nacido de la falsedad que le rodeó en la tragedia. "No
sé si hay verdad. Lo que estoy seguro es de que existe la mentira y contra eso,
para combatir esas mentiras, es por lo que uno puede escribir determinados
libros".

La mentira planea,
acecha, amenaza, pero también marca la rebeldía del creador. La necesita y la
combate. Por eso el nicaragüense Sergio Ramírez ha contado para qué escribió
una memoria propia de los tiempos del sandinismo y el también colombiano Juan
Gabriel Vásquez desconfía de las abstracciones. "Todos mis libros parten
de un hecho autobiográfico del que luego nace una historia", asegura el
autor de Los informantes. De ahí que Vásquez admire a Sebald cuando
afirmaba que "la memoria es el espinazo moral de la literatura".

Y su cruz. Su
espejo. Su espada. Su condena. Porque, ¿qué tipo de inconsciencia nos lleva a
asegurar enemistades por ser reveladas en un papel? ¿A santo de qué? Quizás lo
que defina a un escritor es precisamente estar dispuesto a pagar ese precio por
el gusto de penetrar en ciertas verdades a costa de historias robadas,
secuestradas, sin rescate.

De ahí que muchos
estén dispuestos a pagar el precio de su desvergüenza en los comentarios que
les atacan en los blogs, todo un género, un campo de pruebas, un
territorio de experimentación en esa nueva búsqueda del yo. Así lo sostienen el
poeta Biel Mesquida, que destapó todo un sentimiento sadomasoquista del blog,
o el argentino Patricio Pron, celebrado autor de El comienzo de la
primavera,
pertinaz en sus diferencias entre información y conocimiento, o
la mallorquina Llucia Ramis, autora de Egosurfing, y el propio Fernández
Mallo con su trilogía fundada en Nocilla experience.

Un mundo, el del
ciberespacio, que ya no surcarán dos maestros a los que Formentor quiso rendir
homenaje estos días: Miguel Delibes y José Saramago. En su inmenso y frágil yo
creador, siempre buscarán luz y reflejo todos sus huérfanos lectores.

 

Jesús
Ruiz Mantilla / El País / 13 de setiembre de 2010

L’ESTIU DE LA INDEPENDÈNCIA [3]

 

L’exercici de llibertat més urgent és l’arquitectura.

 

L’estiu de la independència també vol dir que quan em passo els estius al Maresme, i sobretot a Arenys de Mar, el que em produeix més satisfacció, i més duradora, és el mar i és l’arquitectura, i segurament la feliç combinació de les dues coses; i em sembla que ací acabo més convençut que mai del fet que hi ha una relació molt concreta i molt directa entre l’arquitectura i el benestar, la qual cosa no deixa de ser un axioma que m’imagino que està molt clar a les universitats, però en canvi no em sembla que sigui molt present ni al carrer ni a les cases ni a les administracions públiques, tot i que és un principi fonamental, quan contemples aquestes rengleres de cases marineres amb els seus porxos i els seus patis i els seus balcons és molt difícil no creure en una inteligència primitiva, creadora i elaboradíssima, tot el contrari del que penses quan contemples la majoria de les construccions metropolitanes d’última generació, que més aviat responen a una mimètica racionalitat a imatge i semblança del promotor o de la immobiliària o de l’agència d’habitatge que no pas a les necessitats d’aquells que hi han de viure; i no m’estranya gens que molts barris es degradin urbanísticament amb el pas del temps, perquè la primera degradació ja és la manera com s’han dissenyat i com s’han edificat i com s’han imaginat, molt sovint en contra de qualsevol poètica i en contra de qualsevol criteri de convivència i d’equilibri; és a dir que hi ha molta arquitectura constructiva però que hi ha molt poca arquitectura social, i que les finestres i els patis i els balcons i les escales i les teulades s’han pensat per viure i per deixar viure als teus veïns, i això es pot veure a qualsevol població del Maresme, de Caldes d’Estrac a Sant Pol de Mar, i també a les viles de l’interior, i també es pot veure a qualsevol carrer d’Arenys de Mar, com ara al carrer Escolàpies, on ara visc, a cinquanta metres d’una humil mesquita, en una planta baixa que uns quants anys abans va ser una senzilla casa de pescadors, com la majoria d’habitatges, i que la majoria d’elles encara respiren un aire de mar i una tranquil.litat i una bellesa que són el resultat d’una arquitectura molt ben pensada, que es troba a faltar molt; i amb això no vull dir que em consideri un reaccionari de l’arquitectura, no vull cap còpia del passat, m’agrada l’avantguarda; el que dic és que el disseny urbanístic i arquitectònic de les nostres ciutats és molt més decissiu del que ens pensem, i que la funcionalitat ha d’estar vinculada a la funció primordial d’un habitatge, que és el benestar;  i no a la funció primordial d’un promotor, que és una altra cosa;

i de la satisfacció del mar prefereixo no dir res, perquè és una arquitectura tan poderosa que no cal espatllar-la ni amanir-la amb paraules ni conceptes ni més imatges,

i acabo de descobrir un nou restaurant al carrer d’Avall que promet molt, i tot i que està molt més de moda el discurs catastrofista sobre l’economia i sobre la crisi i sobre el col.lapse dels ajuntaments [quanta retòrica banal] he de dir que si voltes una mica i camines una mica i parles una mica és molt fàcil trobar-te persones molt emprenedores i molt il.lusionades i molt treballadores que han decidit guanyar-se la vida d’una manera el més semblant possible a la seva personalitat i a la seva ambició i al seu esperit i també a les seva particular fantasia, i ho trobo molt bé.

Carles J. Pi / L’estiu de la independència [3] / Arenys de Mar / 13 d’agost de 2010

HOMBRE MUERTO A CAUSA DEL EXCESO DE FELICIDAD DOMÉSTICA

 

Vi correr a un hombre gordo
con desorbitante gusto en la mirada
poseído
con labios palpitantes de ahogo,
carentes de esa quietud
que provee la cotidianeidad,
y del balsámico sudor
al que huelen los disciplinados.

Le vi estamparse contra el vidrio
y retroceder para desnucarse.
También hube de verlo
balbucear desesperadamente
algunas palabrejas en alemán
combinadas con estértores.

Le saqué el pañuelo del bolsillo
sequé sus lágrimas;
Supe que
moría y amaba
Y paradójicamente,
No moría de amor,
Sencillamente

Moría y amaba
Moría -llamaba
Moría y llamaba
Llamaba y moría
Amaba-moría
Amaba y moría

En una absurda sala de espera,
Sin poder entregar aquel
Vibrante ramillete de jengibre
Que a su amante de todos modos
No
iba a gustarle
Porque ella
era una mujer de tulipanes.

 

Hombre muerto a causa del exceso de felicidad amorosa

Karla Olvera

L’ESTIU DE LA INDEPENDÈNCIA [2]

 

L’exercici de llibertat més urgent és la bona disposició.

 

L’estiu de la independència també vol dir que darrere de cada imatge hi ha tants significats com vulguem i que una mateixa imatge sempre és diferent i única i que la gràcia de l’estiu és que estem molt més disposats a traspassar la percepció immediata de les coses; l’automatisme del sentit és una conseqüència de les rutines ordinàries i de les obligacions, i és completament necessari per a les convencions socials [en els usos de la vida convencional els silencis són fonamentals], però ara mateix la única obligació que professo és la de destreballar, no vull aconseguir cap resultat ni cap efecte ni cap retribució, i potser la naturalesa més específica i més profunda del plaer és la seva gratuïtat, és a dir que no està configurada com una intenció: el plaer és una atenció desinteressada pels detalls més insignificants i més ínfims i més secrets, i el contrari del plaer és qualsevol forma de tensió que ens limiti o ens anul.li aquesta virtualitat, o que la condicioni; el plaer no és el resultat de res, és un trànsit fortuït i un abandonament i un recorregut i sobretot és permetre que les coses siguin del tot superficials, absolutament superficials: no hi ha res d’essencial en el plaer, i quan ens sembla apassionadament i convençudament que per fi hem captat alguna veritat essencial en el plaer vol dir que ja ens estem equivocant i que ja ens estem enganyant i que ja ens anem allunyant d’aquella virtualitat feliç; i la majoria de les vegades la raó d’aquesta pèrdua no és altra que una forma de pànic molt íntima i socialitzada: ens resulta insoportable sobreviure al plaer, hi estem massa desacostumats, no és el nostre món, ens sentim estranys i extraviats i falsificats, ja que la nostra especialització és l’afirmació individual i la personalitat, i en el plaer, encara que sembli una contradicció, no n’hi ha cap d’afirmació individual, és just tot el contrari, dispersió, fusió i  lleugeresa, molt més insostenible que la feixuga i perseverant intenció de la nostra entranyada voluntat de ser; la voluntat de ser és el nostre límit real, molt més poderós que qualsevol impediment extern.

Carles J. Pi / L’estiu de la independència [2] / Lounge Baobab Club / 7 d’agost de 2010

L’ESTIU DE LA INDEPENDÈNCIA [1]

 

L’exercici de llibertat més urgent és la destrucció d’ídols.

Guy Debord i Gil J. Wolman

 

L’estiu de la independència vol dir que, així com l’estiu del 2009 em vaig dedicar sobradament a mitificar el Maresme, gràcies als laietans i sobretot a les laietanes, del Lasal de la platja del Cavaió,  i a la mare que els va parir [Atenea, segur] aquest any tinc més ganes d’explicar detalladament aquesta fixació, més fredament i pas a pas, i mirant de fer bastant de cas de l’Anticoncepte, és a dir a Gil J. Wolman, al MACBA fins al gener de 2011, sobretot quan diu que ell no delega a ningú el dret a la falsificació, jo tampoc, i també és veritat que un home sol val per dos, o una dona també, i em sembla que no cal jeure o jaure tranquil.lament a la platja de Sant Pol de Mar, com vaig fer l’any passat fent d’amatent aprenent de pescador de xarxa i cultivant fins al límit l’anacronisme popular amb aquell plaer tan íntim que et proporciona l’anacronisme popular, i la mistel.la, és a dir més enllà del temps i de l’espai i del que sigui; o celebrant la fira del càntir d’Argentona [avui] com aquell qui res, amb l’ofici eclesiàstic de Festa Major i la feliç desfilada de les nobles autoritats i dels càntirs intemporals i eterns [gràcies, Sergi Pahissa], i que segur segur que seré amb les almorratxes d’Arenys de Mar, el 15 d’agost, i també a Castellbisbal, amb els pota-rojos i també al barri-nació de Gràcia, amb els gitanos, però que tot plegat no és res mes que una bona excusa per mirar de dir això:

Que l’ùnica nació independent a Catalunya és Girona, la província, i la ciutat més cara de l’Estat, i que ho té tot: una duana, uns Pirineus, una Costa Brava, un Dalí, un Picasso, un Duchamp, un Man Ray, un Picabia, un Cadaqués, un call rehabilitat, una catedral, una cuina de fusió, una pagesia, uns subsaharians, una rambla, un museu de la joguina, i al setembre l’Acùstica, i Adrià Puntí o el seus àlias.

Que Barcelona és una ciutat bàsicament industrial i menestral, i que tot el territori de la regió metropolitana de Barcelona és bàsicament industrial, i Vilanova i La Geltrú i Vilafranca del Penedès i Manresa i Igualada i Martorell i Manresa i Sabadell i/0 Terrassa i Badalona i Sant Adrià del Besós i la Zona Franca; i que Pasqual Maragall va tenir un somni industrial, com tota la burgesia tradicional, i també, al 92, va voler fer un somni, olímpic, però que era un somni obrer o pseudo-obrer, com Serrat, com Ocaña, com el Poble Nou, com els gitanos de Gràcia, com Gato Pérez.

I que les Terres de l’Ebre són el País Valencià de Catalunya, és a dir una fantasia provinciana de les mil-i-una nits i de les falles i dels ninots, arquetípica i ecològica i insolidària i alegrament pseudomusulmana, i que si algú al segle disset hagués dit que lo riu és vida l’haurien pres per boig, per massa obvi i per massa babau i per xerraire.

I que les Terres de Ponent són la Catalunya Vella que segueix sent vella, i que la Seu de Lleida és un far de terratinents i de funcionaris, i que és una terra de gent d’ordre, de dreta, i de tràilers de fruita amunt i avall, i que el secà a vegades asseca bastant els sentiments, és normal, però no és tan normal voler fer veure que sempre ets el més pobre i el més desgraciat, passi el que passi, sempre.

I que el Camp de Tarragona és un mig camí entre Salou i Reus i Poblet i Constantí, és a dir un port aventura de l’entreteniment, i d’allò petroquímic i de l’Esperit Sant i del teatre Fortuny.

I que la Val d’Aran i els Pirineus no saben el què són, potser perquè ja ho són.

I que, encara que a vegades no ho sembli, tot té una explicació en aquesta vida, fins i tot l’estiu de la independència.

I que una part molt important de l’explicació és al MACBA, a l’exposició de Gil J. Wolman [sóc immortal i estic viu, i no sóc fan de Catalunya] i que una altra part també molt important és a La faccia de la terra, la cançó de Vinicio Capossella al disc de The Story-Faced Man, i que la resta de l’explicació ja l’anirem veient o ja l’anirem trobant.

Carles J. Pi / L’estiu de la independència [1] / Lounge Baobab Club / 4 d’agost de 2010

 

Un italià fent de mexicà és fantàstic:

http://www.youtube.com/watch?v=elRcfmXU5og

I els artistes a Cadaqués:

http://www.macba.es/PDFs/roland_groenenboom_cadaques_cas.pdf

COMO CREAR UN PERSONAJE

 

Sobre la forma correcta de crear un personaje se han escrito cientos de miles de páginas, por supuesto, inútiles todas: que si éste debe poseer tales cualidades, que si necesita ser reflejo de su tiempo, que si es fundamental la sutileza o la certeza o la entereza. Ni hablar ya de las contribuciones técnicas que los redactores de estas páginas creen hacer a la literatura en nombre de una sintaxis que convertida en derechos de autor se vuelve en sus bolsillos la más acartonada de las praxis. Igual que los fulleros de los parques, los tahúres de las letras venden su mentira disfrazada de promesa: siguiendo la instrucción de este libro crearás un personaje inolvidable.

Peores que estos redactores de mentiras son sus primos más cercanos: los maestros de talleres literarios, esas comadronas especializadas en sacar con fórceps lo que debía sacarse con pujidos, esos caníbales hambrientos que succionan del personaje de su alumno lo único que en verdad era importante: el sudor, la sangre, el músculo y la bilis, esos malabaristas de las horas que cegados por el pago de una próxima visita se vuelven incapaces de aceptar una verdad como un templo: la manera indicada de crear un personaje memorable es fundamentalmente inexplicable. "En arte todo se puede aprender y nada o casi nada se puede enseñar", escribió Eduardo Chillida hace ya varios años.

Por supuesto, no es que sea inexplicable el carácter de un determinado personaje, sus virtudes morales, sus vacíos espirituales o sus carencias vitales, como tampoco resulta inexplicable la estrategia literaria, el tono elegido o las herramientas que se han utilizado para crearlo. Lo que es inexplicable es la gestación del personaje, su emerger en una mente como emergen en la niebla los objetos, el mecanismo de resortes que arrastra un presentimiento desde las profundidades últimas del alma y lo moldea hasta dejarlo convertido en algo más humano que los hombres, en un ser incluso más real que aquél que lo ha creado. Lo que resulta inexplicable es pues lo único importante: la manera en que un autor inventa, insufla de existencia y comparte con su creación el lugar que hasta entonces ocupaba solo en el mundo. "Allí donde fallo yo como hombre, fallan también mis personajes. Por otro lado, ellos sienten orgullo por las mismas cosas que yo, es decir, por los pormenores cotidianos de la vida", aseguró el escritor checo Bohumil Hrabal.

Sé que sobrarán los que tras leer estas palabras me corrijan, los talleristas que me enseñen aquello que no entiendo, los críticos que se apresuren a explicarme lo inexplicable. Antes de que lo hagan, déjenme decir que sé lo fácil que es diseccionar un personaje, un texto, una situación o incluso una palabra, y también lo inútil que resulta. Así que mejor contéstenme cómo es que Tolstói huyó de su muerte, para ser exactos de su casa instantes antes de su muerte, para no morir en las mismas condiciones que Iván Ilich: rodeado de una familia indiferente, interesada y que lo tenía completamente harto. O cómo es posible que Bohumil Hrabal, el autor de obras como Trenes rigurosamente vigilados y Una soledad demasiado ruidosa, se suicidara tirándose de un quinto piso mientras daba de comer a sus palomas: exactamente igual que el más insigne de sus personajes. Escribir para no ser o para ser…

 

Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) ha publicado recientemente la novela Morirse de memoria (Sexto Piso. Madrid, 2009. 176 páginas. 17 euros).

 

El País / 31.07.2010

 

PREOCUPARSE POR LO QUE PENSARÁ TU MADRE

 

"Cada día dudo entre limpiar o trabajar. Siempre termino escribiendo". Esther Freud observa la habitación de su casa en el norte de Londres como si fuera la primera vez en mucho tiempo: "Compré esa pelota azul para aliviar la espalda durante mi tercer embarazo y nunca volví a usarla. De eso hace seis años. Es como si no la viera". A esta escritora londinense de 47 años, bisnieta de Sigmund Freud e hija de Lucian Freud ("sólo pienso en mi apellido durante las entrevistas"), el oficio de escribir le proporciona una dicha inquebrantable. "Acabo de terminar una novela y ya he empezado otra. Creí que encontraría algo diferente que hacer entremedias, pero nada me proporciona tanto placer". Su próximo proyecto explorará el territorio de lo sobrenatural: "Para mí es muy real. Viví cinco años en una casa que tenía una presencia malvada. Tan terrorífica que me hacía desvanecerme de noche. Pero no quería aceptarlo, porque era un buen piso, muy barato". Y su recién finalizada novela, que se publicará en Reino Unido el próximo año, sigue a un grupo de actores desde la escuela de arte dramático. Ex actriz y casada con el intérprete británico David Morrissey, Freud montó la novela sabiendo bien de lo que hablaba: "A mi marido le asustaba verse expuesto. Le parecía mal. Pero los escritores tenemos que seguir adelante. Tenemos una pieza de cristal en el corazón". No es la primera vez que Freud hace temblar a los suyos. Su primer libro, Una infancia en Marraquech, está basado en su niñez vagabundeando por Marruecos. La novela muestra un entorno tan mágico como amenazante, una joven madre irresponsable y un padre distante. "Tengo la suerte de que mi familia lo entienda. No es que estuvieran emocionados con el libro, pero todos los resentimientos se han disipado. Hay dos cosas que paralizan la escritura: una es preocuparse por lo que pensará tu madre y otra empezar queriendo saber cómo se desenvolverá la historia". Posar para su padre le hizo ver las entrañas del proceso creativo. "Me enseñó que la paciencia y la capacidad de trabajo son fundamentales. Él me dijo que el talento influye una mínima parte, que el resto tiene que ver con el esfuerzo". La novelista escribe de diez a dos de la tarde, con las carantoñas de su gata como única interrupción. El resto del día lo dedica a su marido y a sus tres hijos. Su plácida vida familiar es muy diferente de su peripatética infancia. Pero Freud no da muchas vueltas a su fortuna. "Solía pensar que cuando te llega demasiada suerte, tenía que sucederte algo malo. Un día me di cuenta de que las cosas simplemente ocurren, no significan nada. Para mí fue toda una liberación".

 

Brenda Otero / El País / 17.07.2010

EL PADRE Y EL DOLOR

 

La vida te enseña muchas cosas, pero la mayor parte de ellas hubieras preferido no aprenderlas. El libro de Marcos Giralt Torrente habla de esas enseñanzas que te caen encima como un rayo y dejan una cicatriz calcinada e indeleble en el paisaje. Habla de la manera de lidiar con el dolor, y ese sí que es un aprendizaje necesario. Giralt procura domar el sufrimiento por medio de la escritura, porque escribir es uno de los trucos primordiales, una de las magias más poderosas contra la oscuridad del mundo. El arte, todo arte, es el intento de convertir el dolor en belleza. El pintor Georges Braque lo expresó mejor: "El arte es una herida hecha luz". Marcos Giralt abre su libro con una cita de Nietzsche parecida: "Contamos con el arte para que la verdad no nos destruya". Aunque, al final, el pobre Nietzsche no pudo evitar la destrucción y acabó llorando abrazado al cuello de un caballo, a los 44 años, con la razón perdida, fulminado por la intratable verdad de un dolor demasiado grande. El arte es poderoso, pero no infalible.

Giralt procura domar el sufrimiento por medio de la escritura, porque escribir es uno de los trucos primordiales contra la oscuridad del mundo

Tiempo de vida es la historia de un padre y un hijo, de un duelo, de una ausencia. Primero, la ausencia del padre que se fue, en la infancia. Que se divorció, que no estuvo donde tenía que estar para el Marcos niño. Esa primera desaparición, ese agujero de la infancia, queda subsumido en el enorme hueco de la desaparición física y real. En el agujero de la muerte. Este libro está escrito en pleno duelo. Miento: cuando el autor comenzó a redactarlo, ya hacía más de un año que su padre había fallecido. Pero, por otro lado, ¿quién sabe cuánto dura un duelo? ¿O si acaba jamás? Sin duda acaba el primer periodo de embotado embrutecimiento: "Un duelo es una cosa extraña", escribe Giralt Torrente. "Un duelo se siente una vez ha quedado atrás. Un duelo te aísla incluso de ti mismo". Y más adelante: "He habitado la nada y de mi padre sólo queda el recuerdo. Me he hecho más frágil, me he hecho más triste, me he hecho más temeroso, me he hecho más escéptico, me he hecho más viejo. Éste es el único camino que he recorrido hasta aquí". En fin, este es un hombre que sabe de lo que habla. Que sin duda ha aprendido unas cuantas cosas que hubiera preferido no saber. Y la devastación no proviene solo de la muerte del padre en sí, sino del año y pico de la enfermedad que Giralt vivió con entrega absoluta. Como si en ello le fuera la vida también a él. Y sin duda le iba.

Este libro es de una sinceridad poco usual, de una desnudez fantasmagórica. Pero cuidado, porque no estoy hablando en absoluto del llamado vómito testimonial: esta es una obra muy sofisticada, muy literaria. Y perfectamente controlada por el autor: "Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar. No todo puedo contarlo. No todo quiero contarlo. Mi vista tiene que ser de pájaro. Intento abrir una ventana; enseñar una porción de nuestra vida, no la totalidad", avisa claramente. Sin embargo, esa vista de pájaro abarca también al narrador, es decir, Marcos se contempla a sí mismo desde lejos (una pena observada, como diría C. S. Lewis), y desde esa distancia es capaz de escribir con una implacable mirada compasiva. Por eso este libro no resulta nunca exhibicionista, sino que a menudo parece el escueto y frío relato de un entomólogo que analiza las entrañas de un escarabajo. Pero por debajo de toda esa contención hierve un géiser de lágrimas.

Si no me equivoco, y creo que no, Marcos Giralt Torrente no dice en ninguna parte el nombre de pila de su padre, que fue un pintor conocido, Juan Giralt. Esa ausencia del nombre resulta decisiva: el padre siempre es mencionado como su padre, es un padre de alguna manera universal, aunque la historia que nos cuenta este libro sea tan específica en todos sus detalles, desde el relato de la difícil relación paterno-filial que siempre mantuvieron, hasta los desmanes de la segunda pareja de Juan Giralt, a la que Marcos solo nombra como "la amiga que conoció en Brasil" y de la que narra cosas tremendas, como, por ejemplo, que, al regreso de una sesión de quimioterapia, el padre encontró su piso medio vacío porque la mujer se había llevado los muebles. Y es que incluso en el acuciante trayecto hacia la muerte hay mezquindad. Pero también puede haber grandeza, y un impulso de redención y de restitución. Cuando el padre descubrió que tenía un cáncer avanzado, Giralt Torrente decidió entregarse por completo a la ordalía de la enfermedad: "No me quedo en la periferia, lo acompaño en el mismo centro del dolor. Yo soy su padre y él es mi hijo". Tras tantos desencuentros, tras toda una existencia de lejanías, vivieron el final en una abrasadora intimidad: "Los dos nos esforzamos. Un año y medio de nuestra vida nos dimos".

El libro de Giralt comienza con esa letanía desolada que he copiado al principio: "Me he hecho más frágil, me he hecho más triste…", pero luego va avanzando poco a poco hacia la serenidad: es un texto en cierta medida sanador. A mitad del volumen, el autor empieza a hacer retratos de su padre, en algunos casos afilados apuntes de carácter ("a solas, frente al lienzo, no pensaba en sus rivales, sino en sus maestros") y en otros simples y conmovedoras retahílas descriptivas: "Tenía debilidad por los fritos y por todo lo que llevara bechamel (…) le gustaban los embutidos, los macarrones, las albóndigas; le gustaba el repollo, la remolacha, el atún…". Es una marea de ínfimos datos que en realidad conforman lo que somos, es una combinación precisa de gustos y costumbres que desaparecerá para siempre con nuestro fallecimiento, a no ser que alguien que te haya querido tanto como para saberlo todo sobre ti sea capaz de recordarlo y de escribirlo en un libro como este. Y al hacerlo, se vence de algún modo a la pena y la muerte. La magia de la palabra surte efecto.

 

Rosa Montero / El País / 3.07.2010

ÁNDELE

 

6

 

Vendrán y te dirán [ya mismo, en esta página]

sucio individualista,

tu obligación es darte sin protestas,

escribir para el hoy para el mañana

sin nostalgias de Chaucer o Rig Veda,

sin darle tiempo a Raymond Chandler o Duke

       Ellington,

basta de babosadas de pequeñoburgués,

hay que luchar contra la alienación ya mismo,

dejate de pavadas,

elegí entre el trabajo partidario

o cantarle a Gardel.

 

7

 

Dirás, ya sé, que es lamentarse al cuete

y tendrás la razón más objetiva.

Pero no es para vos que escribo este prosema,

lo hago pensando en el que arrima el hombro

mientras se acuerda de Rubén Darío

o silba un blues de Big Bill Broonzy.

 

Julio Cortázar / Ándele / Nairobi, 1976