LAS COSAS BUENAS ATRAEN A LOS PEORES SOCIOS

 

¿La clásica siempre ha sido una música minoritaria?

 

Ramón Andres.- Hay un dato objetivo. En su momento de decadencia, Mozart, que ya estaba enfermo, organizaba él las audiciones de sus propios conciertos para piano. Los escribía, vendía las entradas y los tocaba. Está documentado que la vez que más entradas vendió fueron 174. Ahí quedó un concierto de Mozart. Por tanto, la música culta nunca ha sido popular, siempre se ha movido en estas 174 entradas de Mozart. El caso de Verdi, que es otra historia, está ligado a movimientos sociales y es puntual.

 

Eugenio Trías.- Este caso coincide con un momento espectacular de Italia, el resorgimento y la lucha contra los austríacos y el Vaticano. Y cantan el Nabuco, que tiene una función subversiva, y se convierte en un himno nacional, aupando de paso también a Verdi. Pero es un caso muy puntual, en el siglo XX es difícil encontrar algo similar.

 

¿Tiene ideología la música?

 

Ramón Andrés.- La música ha estado al servicio de las ideologías.

 

Eugenio Trías.- Le ocurre como a todo. Las cosas buenas atraen a los peores socios. Ha ocurrido con la religión y con la música también. La música, además, tiene que ver con lo más irracional, con las matemáticas y con desatar las más bajas pasiones. Y puede servir para una ceremonia de campos de concentración y de hornos crematorios o para marchas militares de todo orden.

 

Ramón Andrés.- La música es una excelente transmisora de ideas, de ahí el apoyo que le dio la iglesia. La gran defensa del primer cristianismo se fundamentó en la música, en utilizarla para propagar sus ideas. Y actualmente sirve a los intereses del consumo, a la cultura de masas.

 

Entrevista / El País / 20 d’octubre de 2007