DESEO, TRISTEZA, PODER, PLACER Y DHARMA

 

Nada menos que 1.070 páginas tiene Juegos sagrados (Mondadori), el novelón del indio Vikram Chandra. Ayer, en Barcelona, animó a los lectores a vencer el pánico y entrar en la historia cruzada del detective Sartaj Singh y del mafioso Ganesh Gaitonde, con Bombay como telón de fondo. "Es una aceptable novela policíaca, créanme", bromeó. La avalan los ocho años invertidos en ella, el interés de una productora por llevarla al celuloide y el entusiasmo de Salman Rushdie, que aprovecha cualquier ocasión para decir que le envidia profundamente. Si estas tres razones no bastan, aquí van otras tres.

Vikram Chandra (Nueva Delhi, 1961) es brahman; o sea, de la clase alta de la India, la única que ha venido produciendo escritores y artistas en general. Su madre, Kamna Chandra, es una notable guionista de Bollywood, industria en la que también se ganan las chapatis sus hermanas Anupama y Tanuja, y un cuñado. Chandra creció con las historias contadas por mujeres de su familia, y luego mezcló sin pudor la lectura de clásicos indios como Prem Chand y Manto, con autores victorianos –"sobre todo Thackeray, pero también Dickens"–; pasando por Faulkner, Hemingway, T.S. Eliot, y todo el realismo mágico latinoamericano.
Pensó que su futuro estaba en el cine y encaminó sus pasos a la neoyorquina Universidad de Columbia, financiando sus estudios con el sueldo de informático en una aseguradora (llegó a trabajar en el Zoo de Houston). Pero un día descubrió la autobiografía del coronel mestizo James Sikander Skinner y le cambió la vida. Inspirándose en su historia, escribió la novela La tierra roja y lluvia torrencial (1996). Luego vendría Amor y añoranza en Bombay, libro de relatos en el que ya aparecía el poli de Juegos sagrados.

Le llaman el Dickens de Bombay, pero él no se resigna. "No me interesa Bombay como personaje, sigo las vidas de mis criaturas y en su entrecruzarse ganan relieve las luces y sombras de la ciudad". Es Chandra un escritor interesado en la forma, en la estructura de la novela. Y advierte de que pone en entredicho la división entre la tradición épica india, considerada como premoderna, y el realismo psicológico que se practica a este lado de los Urales.

 

 "El que se cree moderno suele estar primitivamente controlado por los mitos", opina. Dicho esto, asegura que le gusta hablar de deseo, tristeza, poder, placer y dharma, "mal traducido como deber, ya que en realidad es el lugar en el mundo, la identidad".

 

Núria Navarro / El Periódico / 21.11.07

 

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