EL CRÍTICO MARXISTA

 

Éste es un país pequeño y en el terreno que creo conocer mejor, que es el de las ficciones, se avanza desesperadamente despacio. Y lo que es peor: se vuelve siempre atrás. Por cada paso adelante que se consigue dar, damos cinco hacia el más tenebroso pasado y surge entonces de nuevo la novelista revolucionaria, el empecinado escritor realista, el crítico marxista, la narradora concienciada, el novelista zapatero, el poeta sin experiencia, el clásico (sin especificar), el vanguardista retrógrado, el cuentista resabiado, la narradora mediocre que hace del feminismo su bandera, el escribidor circular, etcétera. El peor de todos ellos es el que cree que la ficción debe dar lecciones. Pero, por dios, ¿dónde estamos? La ficción, decía Cheever, está pensada para irradiar, para explotar, para refrescar. No existe ninguna filosofía moral derivada de la ficción más allá de la excelencia. Algo está muy bien escrito o no. Y el buen escritor, aquel que cuenta con una experiencia ya de años y que no ignora que tiene sólo un compromiso con el lenguaje, sabe cuándo lo que ha hecho está bien o no. Es algo en lo que le ayuda, si se quiere, la intuición. Porque cuando algo de lo escrito está mal, uno lo sabe. Como decía Vilém Vok: "Cuando una línea queda mal, sencillamente no está bien".

La gente busca enseñanzas morales en la ficción porque siempre ha habido una confusión entre la ficción y la filosofía y la ficción y la política y la ficción y el periodismo. También creen que hay una línea ambigua que separa la ficción de la realidad (que confunden con la verdad), cuando lo que importa es la plenitud de sentido de la ficción narrada y saber ver que la ficción es ficción y que, como decía Nabokov, calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad. Y en fin. Todo esto me recuerda de nuevo a Vilém Vok cuando decía que si oía a un crítico que hablaba del compromiso o de la magistral lección de un autor, sabía inmediatamente que el crítico era un imbécil o bien lo era el autor.

 

Enrique Vila-Matas / El País / Fragmento / 29.03.09

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