Vi correr a un hombre gordo
con desorbitante gusto en la mirada
poseído
con labios palpitantes de ahogo,
carentes de esa quietud
que provee la cotidianeidad,
y del balsámico sudor
al que huelen los disciplinados.
Le vi estamparse contra el vidrio
y retroceder para desnucarse.
También hube de verlo
balbucear desesperadamente
algunas palabrejas en alemán
combinadas con estértores.
Le saqué el pañuelo del bolsillo
sequé sus lágrimas;
Supe que
moría y amaba
Y paradójicamente,
No moría de amor,
Sencillamente
Moría y amaba
Moría -llamaba
Moría y llamaba
Llamaba y moría
Amaba-moría
Amaba y moría
En una absurda sala de espera,
Sin poder entregar aquel
Vibrante ramillete de jengibre
Que a su amante de todos modos
No
iba a gustarle
Porque ella
era una mujer de tulipanes.
Hombre muerto a causa del exceso de felicidad amorosa
Karla Olvera
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