ÁGAPE

 

Polipoesia o metapoesia o moritzpoesia es lo que creo que he vivido este mediodía a eso de la una en el café almirall en compañía de la gente de lem gràcia territori sonor y en compañía de pep pascual en la cocina de los sonidos y en compañía de pedro ramos en la cocina de los sabores y en compañía de rafael metlikovez en la cocina de las palabras y el resultado de lo que creo que he vivido se parece mucho a un ágape en el sentido menos convencional de lo que se pueda entender por ágape, aunque a la hora de la verdad [en este mismo momento] me pregunto si no será a la inversa, es decir que lo que todos creemos que es un ágape, a saber, una comida convocada para celebrar algún acontecimiento, no sea en realidad nada más que la sombra o que el intento o que el fracaso de un ágape, es decir una mentira, y que en cambio lo de este mediodía en el café almirall, que tiene todas las trazas de ser considerado como una forma alternativa y como una forma artística y como una forma ociosa de ágape y por lo tanto nada de nada convencional pues que sea en realidad y a pesar de que muy seguramente vamos a seguir creyéndolo así [como si fuera una extravagante performance] pues que sea en realidad y propiamente y con todas las de la ley  lo que debería de ser un ágape un ágape un ágape, quiero decir con toda la definición y con toda la categoría y con todas las letras y con todo el input del concepto de ágape, sin más y sin menos; y lo que pasaría en el caso de que esta deducción fuera cierta sería bastante desolador, ya que vendría a significar que lo que la mayoría de la gente cree que es un ágape no es más que una triste y sórdida tontería, es decir un espectáculo o una feria o un carnaval, y que vaya pérdida de tiempo creyendo con total convencimiento de que sí que se trataba de un ágape, y de un ágape tras de otro ágape, y no sería así, no, sino que la condición verdadera y la condición sine qua non y la condición absoluta de un ágape sea la del ágape de hoy,  en el que uno participa enteramente en la construcción del ágape, a tiempo real, es decir desde el principio hasta el fin como lo que creo que he vivido hoy en compañía de pep y de pedro y de rafael y de sus máquinas, es decir de sus instrumentos y de sus cebollas y de sus cabezas, y en caso de ser así me llevaría una alegría inmensa ya que la verdad verdadera es que lo que creo que he vivido lo he vivido como si fuera verdad y disfrutando como un niño y que a pesar de que se ha hablado bastante de la muerte [y de la vida] no me ha parecido en ningún momento estar rodeado de muertos, a diferencia de lo que me ha parecido en algunos de los muchos ágapes costumbristas en los que he participado, y que si es verdad como se ha dicho que un señor científico no puede explicar el amor salvo que esté enamorado entonces creo que para todos los que creemos que hoy hemos vivido lo que hemos vivido en el café almirall a eso de la una del mediodía no hace falta decir nada más salvo que estoy bastante seguro de quien me ha servido las moritz de detrás de la barra y que a pesar de que la fórmula amor igual a sabor y desamor igual a sinsabor sea tan cierta y tan auténtica y tan paradigmática y tan sin discusión como que la patata es un producto de la tierra, es verdad, rafael, la patata es un producto de la tierra, pues esa chica que me ha servido las moritz de detrás de la barra me ha evocado un sabor como de malta etíope y lluvia de arena y luna llena que no sé si existirá o no, pero que yo diría que sí y que ella sí que sabe perfectamente lo que es un ágape un ágape un ágape,

y que puestos a ir

yo también iría más lejos, más lejos,

y más lejos,

y más lejos,

yo también que sí,

y esto sí que lo he vivido,

lem.

 

Carles J. Pi / Lounge Baobab Club / 19 de octubre de 2008, gracias por las moritz.

EL TRAUMA

 

El trauma -que se expresa con rabia, vergüenza, miedo- parte del choque entre la enorme autosatisfacción acumulada durante años de desaforado crecimiento y lo estrepitosa que ha sido la caída. Un informe de Naciones Unidas identificó a Islandia a principios de año como el mejor lugar del mundo para vivir. Un estudio académico publicado en importantes periódicos mundiales en 2006 afirmó que los islandeses eran la gente más feliz de la tierra. Hoy Islandia está a merced del Fondo Monetario Internacional, como si ocupara no el primer lugar, sino, como Sierra Leona, el último en la lista del Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Como síntoma de la desesperación reinante, el Gobierno analiza la posibilidad de aceptar un préstamo gigantesco de Rusia, país cuya población, según el estudio académico de 2006, es la más infeliz del mundo.

Los criterios de desarrollo en los que se basó la ONU no consistían únicamente en el hecho de que este país de 300.000 habitantes, ubicado en uno de los ecosistemas más inhóspitos de la Tierra, había llegado a colocarse en el sexto lugar del mundo por su producto interior bruto per cápita. Cuando los islandeses se recuperen del susto recordarán que sus sistemas públicos de sanidad y educación no tienen parangón. Que el Estado contribuye de manera activa a que las madres tengan las mismas posibilidades de acceder al mercado laboral que los padres. Que Islandia es líder mundial en cuanto a energía limpia y renovable: el uso de agua caliente proveniente de las entrañas volcánicas de la isla nutre al país de electricidad. Que hay una cultura de lectura y de música que se encuentra en poquísimos lugares del planeta.

Pero los logros acumulados a lo largo de los mil años de presencia humana en la isla se ven ahora en riesgo debido a la exuberancia vikinga, que muchos habían identificado como el motor del milagro islandés, como el motivo por el cual el país pasó en medio siglo de ser el más pobre de Europa a uno de los más ricos, con desempleo cero. En mayo pasado, el propio presidente, Ólafur Ragnar Grímsson, se había jactado, en un discurso en Londres, de las ancestrales virtudes vikingas -la osadía masculina por excelencia de salir a conquistar el mundo en pequeños barcos de madera, sin miedo alguno- como motivo de "la superioridad empresarial" del islandés. Hace dos semanas, en plena caída libre de la economía, Grímsson fue operado del corazón, y el lunes pasado apareció en televisión pidiendo disculpas a la nación por haber hecho el ridículo ante el mundo. Los banqueros islandeses, la vanguardia vikinga, operaban en 20 países y habían comprado grandes empresas en Inglaterra y Dinamarca, sin excluir, como si fueran jeques árabes u oligarcas rusos, un equipo de fútbol londinense. Pero, al hacerlo, la deuda nacional se multiplicó; se rompieron los vínculos bancarios en los que se sustenta el sistema financiero mundial, y la burbuja islandesa explotó.

 

John Carlin / El País / Fragmento / 19.10.08