A Paris Hilton
La sabiduría popular asegura que un espejo roto es señal de mala suerte, y que te puede venir de todo, pero nada bueno. Pues yo no lo creo. Creo que lo que da mala suerte es que un espejo aguante años y años sin romperse, eso sí que debe ser horrible, para no contarlo a nadie. Parece que cuando un espejo se cae en pedazos sucede inmediatamente que algún sueño o quizás todos los sueños se destruyen, se borran. Pero a quién se le ocurre guardar los sueños en un espejo. Esas mansiones con esos grandes espejos colgados que llevan ahí decenas y decenas de años y que son parte de la herencia familiar y que valen una fortuna y que los parientes se pelean entre sí por su posesión sí que dan miedo de verdad, son vudú del malo, peor que degollar una gallina viva y sorber su sangre, como es tradición y visita obligada en haití o en jamaica, pobres gallinas y pobres esclavos y pobre religión y pobre gente custodiando sus espejos y asegurándolos de mil maneras inútiles para que no se rompan ni se rompan con ellos sus sueños. Hay mucho vudú disfrazado de cultura y de buen gusto, más de lo que parece a primera vista y más de lo que sale en los libros de historia y en las cronologías de las religiones, que explican muy detalladamente y con láminas coloreadas los horrores de las creencias primitivas y las bondades de las nuestras, llenas de devoción y caridad y buenos sentimientos y amor al prójimo y elegancia natural. Pues no veo tanta elegancia natural en los ritos que veo prosperar y transmitir y comulgar como se comulga en fantasías y en milagros y en apariciones de andar por casa y en concursos y en premios literarios y en congresos científicos y en las fiestas de verano del pueblo y en los playoffs y en la superbowl. La verdad, hay espejos que dejan mucho que desear y si alguien cree o si muchos creen que la imagen que ven reflejada es lo que de verdad quieren ver de ellos mismos y de sus benditas sociedades y que sería desde luego una pena y un desengaño que se rompiera esa imagen y con ella sus sueños y sus utopías y sus ilusiones de futuro pues no me parece a mí que sea tan grave ni tan pernicioso que se descomponga esa imagen aunque se rompa el espejo a pedazos, que le vamos a hacer, ya aparecerán nuevas formas y nuevos reflejos y nuevos fondos de paisaje y nuevos retratos para enmarcar y colgar y no dejar de mirar, desde luego, para no perder la esperanza ni caer en la mala suerte de que se rompa, otra vez no, nuestro acariciado espejo.
Carles J. Pi / Lounge Baobab Club / 7 d’agost de 2008