Menuda lección de show business que ha dado el partido comunista chino a todo el mundo. En Los Angeles y en los estudios Universal y en la Warner y en TriStar Pictures todavía lo deben estar flipando. Esta gente, los chinos, no es que tengan talento para el espectáculo y para las ceremonias y para resolver en una increíble fusión la alegoría entre lo que quieren rescatar del pasado y el mensaje concreto, claro y transparente que quieren dar para hoy mismo –vaya con el mensaje– sino que han nacido para el espectáculo y para la comunicación visual, y son capaces de una sutileza y de una intensidad dramática y artística que ni sumando toda la tradición y toda la modernidad europea y americana juntas y todo el vanguardismo berlinés y todos los furadelsbaus no les llega ni al talón, ni por casualidad. Cuando ves lo de Beijing y alucinas con toda naturalidad de su insólita y extraña coherencia escénica y de su magia elemental, y de la sencillez que han conseguido y lo bien que han hecho escondiendo la complejidad y la tecnología, y no chuleando de ello, piensas inevitablemente en los babosos montajes imposibles de las últimas ceremonias olímpicas que todavía hoy en día nadie sabe qué estaban contando y a quién lo estaban contando.
Zhang Yimou, el director de la ceremonia de inauguración, ganó en 1992 el León de Oro en Venecia por ‘Qiu Ju, una mujer’ y en 1999 por ‘Ni uno menos’. Bajo el lema ‘civilización y armonía’ ha creado un espectáculo sublime y único y Steven Spielberg, que debía acompañarlo pero se negó por presiones políticas, allá él, se lo ha perdido, lástima, qué tonto.
Yimou, por cierto, ha tenido la genialidad y el atrevimiento de no mostrar ni intentar evocar ni sugerir ni expresar nada sobre el deporte en su espectáculo, no se ha visto nada sobre el deporte, sobre la competición, sobre gente que quiere correr y ganar una medalla. Qué poco olímpico le ha salido! En cambio se ha visto Confucio, la invención del papel, la escritura, la ópera, la brújula, las cometas, la pólvora, el tai-chi, la astronomía y los elementos de la naturaleza. Y la música, casi como un juego, y también como un ritual, fantástico.
Lo dicho, no hay como un buen partido comunista para que todo salga redondo.
Gracias, Zhang Yimou.
Carles J. Pi / Lounge Baobab Club / 8 d’agost de 2008